Pero con el tiempo empezaron a emerger distintas posturas dentro del cristianismo, como los ebionitas, marcionistas, montanistas, tertulianistas, y una larga lista que se incrementó de forma extraordinaria a partir de la Reforma protestante, dando lugar a un sin fin de confesiones cristianas. De manera que la simple designación de “cristianos” ya no es suficiente, y se hace necesario utilizar distintos nombres para identificar a grupos de personas que se unen alrededor de un conjunto de creencias y prácticas religiosas que tienen a Jesús como fundamento. Así, entre las denominaciones cristianas más conocidas, tenemos a católicos, ortodoxos, luteranos, anglicanos, calvinistas, metodistas, bautistas, pentecostales, evangélicos, mormones, adventistas, testigos de Jehová, judíos mesiánicos… y un largo etcétera.
Esta pluralidad de denominaciones, donde cada una entiende el cristianismo de forma distinta, presenta un gran problema para las personas que sinceramente desean asociarse con los discípulos y seguidores de Jesús. ¿A quién creemos? ¿Quiénes son los verdaderos cristianos?
Si creemos en Dios, lo mejor es acudir a Él para descubrir las respuestas. No dudemos en orarle con insistencia (Mateo 7:7-8), pidiéndole la sabiduría que nos guie al encuentro de los cristianos verdaderos. (Santiago 1:5) Si así lo hacemos, seguramente seamos dirigidos a Su palabra, concretamente al Nuevo Testamento y los evangelios, el único lugar donde se recoge la vida y las enseñanzas de Jesús.
Al leer los evangelios, notaremos que Jesús pronunció distintos y variados preceptos para que sus discípulos los observaran. Por ejemplo, les exhortó a reconciliarse con sus hermanos (Mateo 5:24); a amar a los enemigos (Mateo 5:24); a dejar de juzgar (Mateo 7:1); a pagar a César las cosas de César, pero a Dios las cosas de Dios (Mateo 22:21). Les advirtió de los deseos pecaminosos (Mateo 5:28); de los falsos profetas (Mateo 7:15-16); del peligroso apego a las riquezas (Mateo 6:24); de dejarse llevar por las inquietudes de la vida (Lucas 21:34-36). E incluso les dio mandatos implícitos, como el negarse a uno mismo (Mateo 16:24-25); o el hacer discípulos (Mateo 28:18-20). Pero entre todos los mandatos que Jesús dio a sus discípulos, destaca éste:
“Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros” (Juan 13:34 RV60)
En ningún lugar de los evangelios encontramos un mandato tan claro y directo. Se trata de un mandamiento especial, un mandato nuevo: el amor entre ellos debía ser como el que Jesús les tuvo a ellos. Además, resaltando su importancia, Jesús lo repitió explícitamente en dos ocasiones más:
“Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado” (Juan 15:12 RV60)
“Esto os mando: Que os améis unos a otros” (Juan 15:17 RV60)
Sin duda, se trata del mandamiento más importante de Jesús dirigido a sus discípulos.2 Pero alguien podría decir: ‘Ciertamente parece el mandato más importante, pero no fue el único; Jesús impartió otras muchas instrucciones; por lo tanto, los verdaderos cristianos deben cumplir con todas las enseñanzas de Jesús’. Sí, así es; el verdadero seguidor de Cristo ha de conocer y guardar sus enseñanzas:
“Jesús […] dijo: El que me ama, mi palabra guardará” (Juan 14:23 RV60)
Pero, ¿Cuál es su palabra, sus enseñanzas? ¿Cómo las hemos de interpretar? Averiguar las respuestas a estas preguntas es algo fundamental para el cristiano; pero requiere un extenso proceso de aprendizaje; si, requiere bastante tiempo y dedicación. ¿Quiere decir esto que necesariamente hemos de aplazar la búsqueda de los verdaderos cristianos hasta conocer suficientemente la Biblia? Claro que no, Jesús se adelantó a esta situación, y dijo algo que nos ahorra mucho camino:
“En esto conocerán todos que sois mis discípulos…” (Juan 13:35 LBA)
Al decir esto, Jesús ya estaba prediciendo la necesidad que muchos tendrían de conocer a sus verdaderos discípulos. Él bien sabía que después de su muerte, éstos se multiplicarían hasta llenar la tierra con su predicación (Mateo 24:14); pero esa gran expansión estaría mayoritariamente compuesta por muchos seguidores falsos. (Mateo 7:21) Por eso vio necesario revelar una señal, la marca de sus verdaderos discípulos:
“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor los unos a los otros” (Juan 13:35 LBA)
El amor entre unos y otros. Esta es la marca, la prueba sobresaliente de los auténticos discípulos de Jesús, los que diligentemente aprenden y observan sus enseñanzas, los que se esfuerzan sin excusas en seguir sus pisadas, aquellos que toman en serio sus mandamientos; donde precisamente, el mayor de todos es amarse unos a otros (Juan 15:12)
En ninguna parte de la Biblia encontramos declaración tan explícita y concluyente que identifique a los verdaderos discípulos de Jesús. No hay otra afirmación que rivalice en importancia en este sentido. Y puede ser llamativo, pero Jesús no destacó ningún otro tipo de cosas, como la antigüedad de la institución, o el poseer el mayor número de feligreses, o la observancia de algún día en particular, o la predicación por todo el mundo. Ni tan siquiera se refirió a las manifestaciones del espíritu santo, o incluso llevar una vida aceptablemente moral; y ni mucho menos, a la adquisición de conocimiento bíblico. No, los cristianos serían conocidos por algo mucho más simple, más sencillo, de naturaleza humilde y natural: solo por el amor que se tuvieran entre sí.
Lo cierto es, que si lo meditamos un poco, Jesús no pudo dar mejor señal para identificar el cristianismo verdadero: todos podemos reconocer el verdadero amor, todos estamos en igualdad de condiciones para desarrollarlo y expresarlo3; porque amar a otros de la manera como lo hizo Jesús, no depende de factores externos, como el estatus social, la situación económica, la educación académica, la belleza física, etc. etc.; solo depende de nuestra voluntad, de lo que somos y lo que queremos ser; de ejercer nuestro libre albedrío y tomar la decisión de seguir el ejemplo amoroso que Jesús nos puso.
Así que, si estamos buscando a los verdaderos discípulos de Jesús, no perdamos el tiempo en debates doctrinales; Jesús ya dijo en qué debemos fijarnos:
“si os tenéis amor los unos a los otros” (Juan 13:35 LBA)
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3 Puede ser que, por crianza familiar u otras circunstancias, hay personas que se les haga más difícil expresar amor que a otras.
1 Bajo el término "cristiano", el diccionario Wine comenta: "Palabra formada siguiendo el estilo romano, significando un seguidor de Jesús. Los gentiles la aplicaron por primera vez a los tales, y se halla en Hechos 11:26; 26:28; 1 Pedro 4:16.
Aunque la expresión traducida «se les llamó» en Hechos 11:26 se podría usar en el original indistintamente de un nombre adoptado por uno mismo o dado por otros, no parece que los cristianos lo adoptaran de sí mismos en la época de los apóstoles. En 1 Pedro 4:16, el apóstol está hablando desde el punto de vista del perseguidor; cf. «como ladrón», o «como homicida». Tampoco es probable que este apelativo fuera aplicado por los judíos. Aplicado por parte de los gentiles, es indudable que había en ello una implicación de escarnio, como en la afirmación de Agripa en Hechos 26:28. Tácito, que escribía a fines del primer siglo, dice, «El vulgo les llama cristianos. El autor u originador de esta denominación, Cristus, fue, en el reinado de Tiberio, ejecutado por el procurador Poncio Pilato» (Anales xv. 44). Desde el segundo siglo en adelante, el término fue aceptado por los creyentes como un título de honra."
2 “Él le dijo: “‘Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente’. Este es el más grande y el primer mandamiento” (Mateo 22:37, 38) Este mandamiento es el más importante, pero no lo dio Jesús, sino que lo destacó del conjunto de mandamientos que Dios dio a Israel.
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